Este es otro de esos artistas que me presentó mi prima; una aficionada a todo lo oscuro y/o ambiental.
Antes del año pasado, y como confesión un tanto bochornosa, no tenía ni idea acerca de quién era Justin Broadrick. Con toda honestidad, lo admito. Sin embargo, y por si no lo sabían tampoco, él ha sido participante de demasiados proyectos, sea como un performer más o como un productor, pero él siempre se encuentra impregnado en mucho del material proveniente desde finales de los años ochentas.
Entre los muchos proyectos en donde ha aparecido se encuentra haber participado en algunos discos de Napalm Death, ser miembro del proyecto experimental God, unas apariciones en los discos de PainKiller (Uno de las múltiples encarnaciones del saxofonista John Zorn), haber colaborado en un disco junto a la cantante experimental Jarboe que, por si no les suena, es la cantante icónica que ha aparecido en tantas grabaciones de Swans, crear el proyecto de Metal Jesu y tantas cosas más. Pero, de la que vamos a hablar es su proyecto más aclamado hasta la fecha: Godflesh.
Broadrick posee una de las mentes más sucias del panorama musical, definitivamente. En sus composiciones, podemos palpar la rabia y un inconmensurable desprecio hacia todo. Insisto en que su álbum Streetcleaner , del año 1.989, no sólo es una de las grabaciones pioneras del Metal Industrial, sino que, además, debe ser uno de los discos más opresivos que he escuchado desde siempre. La enorme desolación y oscuridad que desarrolla ese disco es algo indescriptible. Si no eres de escuchar música tan deprimente, te sugiero que te alejes de ese disco; puede dañar tu mente y tu corazón.
No obstante, en lo que se refiere a lo demás, mientras opino que sus siguientes trabajos con Godflesh han sido consistentemente buenos, ninguno me ha provocado las mismas sensaciones que su obra debut. Su raíz experimental la desarrolló con el paso del tiempo, involucrando más elementos electrónicos y hasta beats de hip-hop en sus producciones, mas no han conectado del todo conmigo nunca.
En este, Post Self , del año pasado, podemos ver el regreso de Broadrick en control casi completo de su proyecto, siendo él la persona que toca en todos los instrumentos del disco, salvo el bajo, el cual es tocado por el otro miembro del grupo, G. C. Green.. Aquí, el ahora dúo trajo un material lleno de angustia y enojo como nos tienen acostumbrados, mostrando esa capacidad de mantenernos en suspenso y terror a medida que el disco avanza. Todo lo que se percibe no parece hecho por una persona, sino por una maquina; sin sentimientos ni emociones hacia nada, salvo que a su propia inconformidad.
Sin embargo, y apreciando el regreso de la banda, creo que este trabajo me genera las mismas reacciones que sus anteriores; no es para nada malo, pero es más de lo mismo a los que nos tienen acostumbrados. Es una música híbrida entre el Metal y la Electrónica que suena demasiado esquelética a veces para mi gusto. La siento como con falta de fuerza. En los ochentas, fue revolucionario su estilo, pero, ahorita, suena, por lo menos para mí, un tanto pobre.
No obstante, y aún con lo que dije, me parece un buen álbum. Sólo que no es lo que yo busco para reproducir siempre. Si eres fanático del Metal Industrial o de la música con tonalidad oscura en particular, esto te gustará bastante. Eso te lo aseguro.
Nota: 6/10
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