¿Saben? Este álbum ya lo había bajado anteriormente para escucharlo con atención. En uno de mis cambios de humor, borré todo y, al toparme nuevamente con este disco, juré que le había hecho ya una reseña o, aunque sea, lo había escuchado. No lo había escuchado en realidad; pero la sensación ya la había sentido antes.
En los años pasados, ha habido una explosión de proyectos que buscan tomar temas comunes o hasta, en cierto modo, inocentes y cargarlos con una dosis de Rock de corte sentimental o conmemorativo a algún evento en la vida de sus interpretes. De este tipo de trabajos, he hablado anteriormente en este blog y he mostrado cierta repulsión hacia ellos. Si hay algo que me gusta, es algo que suene fresco u original y, aunque una cantidad de páginas enaltecen grupos Indie como impresionantes, lo cierto es que no todas estas agrupaciones o artistas lo son. Muchas veces, esas páginas se encargan de hacer publicidad de música que realmente es aburrida, o en extremo pretenciosa, o hasta estúpida, pero que ellos muestran como unas obras maestras increíbles. Si hiciera una lista de todos los trabajos aclamados que considero en la media, no terminaría este post en días. Aún así, y para añadirle cierto toque de variedad a este "diario", decido siempre escuchar a algún artista que, pese a no cuadrar del todo con mi estilo, le doy una oportunidad con la mente abierta a ver si me logra convencer, fracasando varias veces en el intento. Este es uno de esos casos.
Diet Cig es un dúo que se formó en Nueva York en el 2014 luego de conocerse de un modo muy de película. La cantante y guitarrista, que en ese entonces no tenía conocimientos de ninguna de las dos cosas, Alex Luciano, se levantó en pleno concierto de la banda Earl Boykins para pedirle a Noah Bowman, baterista de la banda, un encendedor para prender su cigarrillo. Algo de esta chica le agradó bastante a Bowman, ya que rápidamente comenzaron a tocar música, siendo Bowman el que le enseñó a ella lo básico para interpretar y componer canciones debido a su experiencia estando en bandas desde los trece años.
En Swear I'm Good at This (2017), el primer trabajo realizado por el dúo luego de unos EPs estrenados en el 2015 con muy poco reconocimiento, muestra a una pareja de músicos con cierta influencia del Punk debido a su poca duración entre composiciones y a unas letras bastante directas, pero que, a su vez, lo suavizan todo con un Pop ligero, dándole un aire de inocencia a sus canciones. La voz de Luciano complementa el sonido que busca el grupo, recordando a voces de bandas que aparecían en películas de corte adolescente durante las décadas de los noventas y los dos mil.
La verdad es que no tengo demasiado qué decir al respecto de esta obra. Es la definición perfecta de un álbum olvidable y, en mi caso, un álbum que ni siquiera volvería a escuchar. El estilo de este trabajo es demasiado genérico y cliché, con ciertas letras salvándolos del total copia y pega de performers de música de Pop Rock adolescente de la década anterior. Esto proviene de la misma corriente de artistas como Jay Som, Vagabon, Japanese Breakfast, etc... que tanto me desagrada. Es como si pusieran a estas bandas en una clonadora. Todos hablando de experiencias amorosas o personales con música aburrida a más no poder. Pueden probarlo si les gusta la música de artistas como los mencionados, pero, en mi caso, que no soy seguidor de este estilo, fue una especie de pesadilla para mi el reproducir esto. Ojalá y lo disfruten más que yo.
Nota: 4/10
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