Una de las artistas femeninas que se ha visto más beneficiadas con el auge de la música Independiente entre finales de la década pasada y la actual es Annie Clark. Su estilo compositivo y su talento en la Guitarra le abrieron muchas puertas debido a ser, por lo menos para mi, una hija no reconocida de David Byrne de la banda Talking Heads. Lo digo por ese estilo tan particular que tiene a la hora de componer sus canciones que me da cierta reminiscencia al icónico músico. Esto es un cumplido enorme. Esta mujer se alzó rápidamente con trabajos como Actor (2009) y Strange Mercy (2011), que la impulsó a escenarios mayores. Uno de ellos fue un álbum en colaboración con el músico anteriormente citado. Su penúltima obra, St. Vincent (2014), no hizo más que situarla en un trono parecido al de la portada de ese disco; era la reina de una nación futurista que gritaba innovación en cada una de sus composiciones. O, al menos, eso asumí.
Reconozco el talento de Annie Clark y, pese a eso, no puedo asegurar ser un fanático de su música. Soy seguidor de los Talking Heads, pero, salvo por contadas instancias y tracks, la música de Clark me ha parecido siempre un poco falta de emoción. Quizás sea ese estilo tan plástico que ella posée que hace que no termine de digerir sus intentos. Se me asemeja a una androide que interpreta canciones más que una artista en sí. Esto es un gancho que ha atraído a muchos oyentes, pero a mi no me ha terminado de convencer del todo. De su anterior trabajo, recuerdo, me fascinaron las pistas "Birth in Reverse" y "Digital Witness". Sobre todo, la última. Era una de esas raras ocasiones en donde su estructura futurista logró complacerme y hacer que moviera mis dedos al ritmo marchante de la segunda.
Sin embargo, y entrando más en la temática de la entrada, la aparición de Clark con su nuevo disco MASSEDUCTION (2017), con cierta ayuda de Jack Antonoff, por cierto, no me causó la suficiente euforia como el de otros artistas que al mismo tiempo producían materiales que, para ser honestos, me resultaban más interesantes en su entonces. Sus singles "New York" y "Pills" no hicieron más que justificar mi desgano. "New York" la escuchaba aburrida y "Pills" me parecía bastante irritante, aún con la crítica bien diseñada de la canción. Fue "Los Ageless" la que me hizo emocionarme con el advenimiento de la obra. Había algo distópico y, a su vez, sensual en su composición que me encariñaba demasiado. Fue el momento que más me atrajo de Annie Clark desde su anterior trabajo.
Éste hubiera sido una obra espléndida para la discografía de Annie Clark de no ser porque en ningún momento, salvo en el track "Los Ageless", noté algo que me resultara imperecedero o refrescante. Siendo Clark quien es, el hecho de que haya vuelto con una obra que sigue explorando temas que ya han sido tratados en sus predecesores hacen sentir esto un tanto cliché para ella. Lo que es más; el mensaje escandaloso al que nos quiere llevar la hace sentir un tanto desesperada. El solo hecho de observar esa portada, la cual, aunque sé que es un arte con la intención de impactar, hace ver a Clark como que está en un intento para atraer más público o conservar los mismos que tiene. Si lo hiciera Beyoncé, no habría tanto revuelo en mi por el hecho de que ella siempre ha sido de esta forma, pero, una Annie Clark ya pasada de los treintas que en ningún momento de su carrera ha hecho un movimiento tan innatural para sus estándares la hacen, por lo menos para mi, una súplica hacia un mejor postor. Captar al oyente por los ojos más que por los oídos.
Para finalizar, no es un trabajo deficiente o malo, a mi parecer; es simplemente plano y no le veo un rumbo específico. Son una colección de tracks que no portan ninguna esencia que los haga inolvidables. Clark nunca ha sido mi elección primordial entre la música que escucho religiosamente todos los días, pero debo decir que esta obra es la que menos me ha agradado de las pocas que he oído.
Nota: 5/10
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