Para ser sinceros, no quería escribir esta reseña. Me gusta hablar de temas que me gustan y/o que sé, por lo menos, como defenderme porque, al final, yo no soy músico ni un periodista, simplemente soy un melómano; un fanático obsesivo de la música que adora conocer u oír algo nuevo siempre. Sin embargo, en casos como el de este álbum, en donde se basa en el empleo de una técnica que desconozco, me deja un poco ignorante a lo que ellos hacen, lo que hace que no quiera escribir acerca de esto porque puede haber alguien que me diga que no sé de lo que hablo y cosas así. Pero, ya que esto es como una especie de "diario", y desde el principio he dicho que no soy una persona con amplios conocimientos en los aspectos más técnicos de la música, igual quiero escribirla por el bien de hacerla; por lo que, al menos, me logró transmitir en la duración de su reproducción.
En una hazaña bastante arriesgada y que cuesta creer que lo hayan hecho, King Gizzard and the Lizard Wizard publicaron el año anterior un total de cinco trabajos, lo cual los hace uno de los grupos más prolíficos de la actualidad y, quizás, en la historia moderna. Estos chiflados provenientes de Australia ya nos tenían acostumbrados al ritmo de dos discos cada año y, sin embargo, lograron romper su propia tradición, brindándonos una demostración de cuán inspirados pueden llegar a estar en un año.
En sus casi ocho años de trayectoria, el grupo, mediante distintos nombres, han publicado más de diez trabajos, siendo Nonagon Infinity (2016) el primero que escuché de ellos y que me dejó maravillado. En su tiempo, fue uno de los trabajos que más reproducí. Esa adrenalina que ellos me provocaban era enorme. Estamos hablando de un Rock Psicodélico bastante recargado, directo y rápido. No te dejaban prepararte para nada cuando un track terminaba y el otro comenzaba. Mi paseo demencial en ese laberinto de disco fue una experiencia emocionante que me dejó esperando por algo nuevo, aunque nunca me imaginé que iban a realizar tantos trabajos en tan poco tiempo.
Flying Microtonal Banana (2017) fue el primer trabajo que nos presentó el grupo el año pasado y que dio pie a lo que venía. En él, el grupo utiliza una técnica llamada microtonalismo, del cual es la base de este disco y que su significado, mientras puedo dominarlo en forma teórica, en práctica me es desconocido. Sin embargo, la propuesta y el trabajo como tal me parecieron bastante interesantes. La banda profundizó en un estilo parecido al de su trabajo anterior, mas no igual. La apertura, "Rattlesnake", cuya repetición marca el paso de la canción, recuerda mucho a lo anterior, aunque logra chocar un poco al oído de tanto que repite "Rattlesnake". Eso bajó la calidad de la canción. A medida que el disco se reproduce, se pueden notar las diferentes influencias que tiene este trabajo, con tracks que tocan sus orígenes australianos como también cierto toque brasilero, principalmente en la canción "Melting". Escuchar este disco te mete en un trance durante todo el rato que dura la obra. Hasta el mismo grupo lo representa bien en canciones como "Sleep Drifter", que parece que fue dedicada a la impresión que causa escucharlos.
Sin embargo, y aún con lo bueno que es este trabajo, temo decir que siento que lo que hicieron es algo un tanto olvidable. Siento que esto viene por la sensación de que la obra parece más una improvisación que un trabajo bien calculado. Los tracks no fluyen tan fácilmente como en su obra revelación y son más dispersos también. Valoro la experimentación en sus técnicas, pero esto es un buen disco de Rock; nada más ni nada menos. Igual, recomiendo escucharlos. No es tan obsesivo como Nonagon Infinity , pero puede hacerte pasar un buen rato.
Nota: 6/10
Comentarios
Publicar un comentario