Si conocí a Mount Eerie o, mejor dicho, al hombre detrás de este proyecto, Phil Elverum, fue a través de mi prima. Ella es asidua a distintos proyectos de ambiente lúgubre y mortuorio sin rozar el Metal. La Electrónica es más su pasión, pero eso no quita su gusto por trabajos de compositores de otros géneros como el presente y Nick Cave. Desde que lo escuché, lo cual fue a mediados del año pasado, no pude comprender el qué era lo que hacía tan grande a este músico que, para ser sinceros, veía como un amateur sin muchos conocimientos compositivos. Existía, más no era esencial ni enormemente talentoso. Fue al tiempo que volví y volví a probar todo lo que había lanzado, empezando por sus trabajos bajo el nombre de The Microphones. Una vez que conectó conmigo, no lo pude olvidar. Su manera de componer canciones la ves tan arcaíca y novata al principio y, sin embargo, pasa un tiempo y descubres que lo que está tocando no es nada básico o sencillo y que los arreglos están muy lejos de no tener sentido. Es un sonido tan crudo y desprolijo que describirlo no tendría sentido.
El hombre detrás de este proyecto ha cultivado una carrera underground bastante extensa y, aunque ha cambiado sus nombres varias veces, la originalidad sigue viva y en continua evolución. Elverum ha pasado por géneros como el Ambiente, el Black Metal, el Indie Rock, el Folk y el Experimental en los diferentes discos que ha creado bajo los nombres de The Microphones y Mount Eerie. En cada uno, Phil logra ajustar sus influencias de un modo único sin perder la esencia que lo caracteriza. Ese sonido tan prístino que atrajo a sus primeros seguidores y que, al día de hoy, solo se ha vuelto su sello de casa en cada una de sus obras.
Es un tanto trágico que me viniera aclimatando a su estilo al momento del estreno de este disco. El que ha sido, por mucho, uno de los trabajos más tristes que he escuchado. A Crow Looked at Me (2017) es una obra en donde Phil relata todo lo acontecido luego del fallecimiento de su esposa debido a un cáncer feróz que le fue diagnosticado hace unos tres años y su lucha para tratar de seguir adelante por su hija mientras busca olvidarla. Cosa que, al momento de producir este disco, era imposible; su fantasma seguía viéndolo en todos lados.
El hecho de que Phil Elverum haya comenzado a grabar esto en cuestión de días del deceso es algo que impresiona en todo sentido. Puede ser con el objetivo de expulsar todo ese malestar a través de sus composiciones o, quizás, una forma masoquista de rumiar todos sus pesares debido a que no tenía a uno de los elementos que completaba su vida. Su lucha por costear las medicinas para su esposa mediante donaciones online de sus propios fanáticos fue un intento en vano por tratar de ganarle a esa enfermedad. Todo esto es expuesto en las letras de este trabajo.
Si piensan que aquí hay una luz al final del túnel, debo decirles que están equivocados. Los detalles que se exponen aquí son increíblemente vívidos; desde las fechas y momentos en donde sucedían los hechos hasta el desechar objetos, como el cepillo de dientes de ella, o el soltar las cenizas frente a una puesta de sol. Puedes sentir el hedor de la muerte alrededor de esta obra. Es una obra muy pesada de digerir. No es el típico álbum en donde te dan ganas de cantar sin importar el contenido. Es difícilmente un trabajo musical. La instrumentación es demasiado esquelética, pero, aún así, lo suficiente como para crear el ambiente del disco. Estamos hablando de un hombre que había perdido a su esposa hacía días de cantar esto; no se le pueden pedir unos arreglos sinfónicos a alguien que estaba pasando por tanto dolor. Es inevitable sentirse mal por la persona detrás del disco. La profética "Ravens", la dolorosa "Real Death" o ese momento en donde su voz se quiebra al borde de las lágrimas en "My Chasm" son suficientes para demoler la fortaleza emocional del personaje más rudo y frío que puedan encontrarse.
Es un caso que no me pasa seguido al escuchar discos; puedo llamarlo una obra casi perfecta y, aún así, no me provoca reproducirla nuevamente. No puedes disfrutar ni pasarla bien oyendo esto; lo que puede, más bien, es deprimir más a una persona con problemas. Sus letras, a lo Mark Kozelek, y su desnuda instrumentación no hacen más que complementar el mensaje del disco; nuestro protagonista no ve finales felices ni momentos en donde su felicidad regresen. Por mucho, el disco más deprimente del 2017.
Nota: 8/10
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