Archy Marshall es un joven con problemas. Desde siempre, y a palabras de él, ha sido un muchacho problemático. La disciplina y él no eran los mejores amigos. Le hicieron estudios psicológicos y todo el paquete incluído y agarró un enorme resentimiento hacia todos sus doctores. Estaban todos equivocados (Al menos, esto fue lo que dijo), pero este tiempo le sirvió para autoexplorarse y tratarse diversos asuntos como el insomnio y la depresión que siempre lo han perseguido y que, mágicamente, incorpora en su persona en cada obra que ha estrenado desde sus comienzos adolescentes.
Sus orígenes, de tonos primitivos y caústicos, lo veían con su guitarra y uno que otro instrumento que, acompañados por su profunda y desequilibrada voz, creaban una atmósfera extremadamente pesimista. Ese pesimismo no logró contagiarme del todo, pero si noté la realidad: El joven Archy tenía talento. Siendo un solitario, Archy autoprodujo y grabó toda la instrumentación él mismo, algo bastante admirable para un muchacho de su edad, el cual creo que rondaba los diecisiete.
Ya experimentado y alabado por la crítica, Marshall regaló el primer single en varios años en Agosto de 2017 titulado "Czech One", que lo mostraba con un ambiente bastante lúgubre y nocturno a través del minimalismo mostrado en esa composición. El trabajo nuevo prometía. Al tiempo, The OOZ (2017) vió la luz y, desde su comienzo, se volvió un trabajo bastante polarizante en la industria, con la gente debatiendo si esto era un éxito o un disco sobrevalorado.
Hacerme con una opinión en referencia a este disco me costó. Probé varias veces este disco desde que salió hasta el día antes de esta entrada por la inseguridad que me hacía sentir. Inclusive, busqué un concierto dado por el grupo en el Primavera Sound, el cual recomiendo bastante y que lo dejaré aquí por si lo quieren ver. La primera vez me gustó bastante, pero me había dejado bastante dudoso si ese gusto iba a ser imperecedero, así que seguí y seguí escuchando este trabajo de forma intermitente. Y, al fin, puedo dar una opinión al respecto.
The OOZ no la considero una obra maestra (Ni de cerca), pero sí muestra parte de lo mejor que ha realizado Marshall hasta la fecha. Es un disco en donde las letras dejan mucho que desear, pero que se complementa a través de la atmósfera que Marshall crea, el cual te hace sentir vacío y melancólico. Te seduce con un guiño nocturno que te envuelve y te pierde en su duración. Es un álbum de Rock que combina estilos que van desde el Jazz, el Dub y la Electrónica; que juega con un sonido de teclados espacial que te transporta a la Luna en muchas partes del disco, como en "Logos", cuyo saxofón brilla en su gloria, y en el corte "Czech One". Y hablando de saxofón, el track "Dum Surfer", que me recuerda mucho a un Beck post-"Loser", es un ejemplo claro en cómo este instrumento resaltó en este año. Una pista cuya amalgama de distintos elementos, en teoría, no pareciera funcionar, y aquí todo logra caer en su sitio. La vibra oscura, que cubre todo el disco y que, junto al Jazz, también mostrado aquí, te hace pensar en Bohren & der Club of Gore (Grupo alemán de Jazz Oscuro que recomiendo bastante), la guitarra con sonido hawaiano, las voces de cementerio y su letra que pinta paisajes grotescos es una combinación que hace al track ser uno de los mejores del año.
Ahora, The OOZ nos brinda cosas buenas, pero también muestra muchas debilidades, con Marshall siendo una de las principales. Su voz, la cual tiene un tono profundo y deprimente, nos hunde más en nuestra miseria en varios momentos, pero en otros, suena muy redundante y bizarra. No hay muchos dotes de canto y eso puede llegar a chocar. La monotonía de su música puede llegar a hacer sonar a sus canciones muy parecidas la una de la otra. Sobretodo, en las pistas más solitarias. Existe también un momento en donde estás perdido en el disco porque está todo muy disperso. Las letras, decepcionantes, no te ayudan a ubicarte en nada de lo que ocurre porque no hay mucha narrativa; son fragmentos que, aunque logran ser poéticos y te muestran escenarios fuertes y austeros, no tiene un tono lineal o que continúe algo en el disco. Son una cantidad de ideas dispersas que no muestran un fin.
Puedo respetar a la gente que considere esto una obra maestra porque, en su momento, también lo consideré así. Sin embargo, esas partes de las cuales hablé las vine a notar con el tiempo y fue lo que disminuyó mi forma de apreciar este disco. Archy Marshall no hizo una obra maestra y, aún así, logra vendernos algo de su mejor material. Es más, me atrevería a decir que es lo mejor que ha hecho. Este disco es disfrutable, pero no para todos. No es un trabajo de fácil acceso. Muchos podrían aburrirse, como también pueden llegar a amarlo. Al final, en mi opinión, King Krule excede a la media en su estilo tan único para estos tiempos, pero, si manejara mejor sus ideas, puede que llegue algo que nos dejará shockeados a todos y que cerrará la boca de aquellos que dudan del talento de joven Marshall.
Nota: 6/10
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