A través de este blog, no se me ha notado mucho, pero soy un fanático del Rock Progresivo. El viejo Rock Progresivo. Durante un tiempo, así como tuve mi período noventero, tuve un período progresivo donde buscaba grupos de esta tendencia de forma obsesiva. Dos de mis discos favoritos de siempre son In the Court of the Crimson King (1969) y Red (1974) de King Crimson. Esa banda, en esos dos trabajos, dieron un ejemplo al mundo acerca de cómo hacer una obra maestra corta y épica a la vez. Otras bandas que me encantan de este estilo son Jethro Tull, Emerson, Lake & Palmer, Porcupine Tree, Rush, Pink Floyd (Of course), Marillion, Yes y Genesis (Sobre todo, el período de Peter Gabriel). La maestría que poseían esos músicos a la hora de interpretar todas sus canciones con tantos cambios de tiempos es algo que siempre me deja asombrado.
Considero que ha habido un bajón enorme en la escena desde unos años para acá. Más después de la separación (O hiato) de Porcupine Tree y la carrera en solitario de Steven Wilson quien, aunque lanza trabajos de calidad, tiende a alejarse del género algunas veces incorporando elementos más Pop o Electrónicos. Me he apegado más a la escena metalera como Tool, Opeth y Riverside interpretando a las principales por esta decaída. Siento que los músicos que han salido son virtuosos como cualquiera en este estilo y, sin embargo, no contienen ese mismo feeling , por llamarlo de alguna forma, que poseían estas bandas anteriores. Tocan bien, pero la música no conecta. Al menos yo lo he notado así.
Un álbum de Rock Progresivo dió de qué hablar el año pasado, recibiendo varios elogios en ciertas páginas especializadas en estos estilos. El álbum From Silence to Somewhere (2017) es el cuarto de la banda de Noruega Wobbler, con quienes he tenido una relación bastante alejada. No digo que sean malos, pero me pasa un caso similar al ya mencionado. Eso, aparte de que la banda me ha parecido que no tienen identidad, ya que en sus trabajos no suenan a influenciados, sino a copias de bandas como Yes y Gentle Giant; algo que, con más razón, hace que no conecten conmigo.
Por suerte, este último trabajo fue mejor de lo que esperaba. Claro, la banda sigue pareciéndose mucho a grupos pasados como los que mencioné, sin embargo, aquí ellos muestran más control en su estilo y un mayor carácter que anteriormente era completamente nulo en sus trabajos. La estructura de las canciones puede resultar letárgica a veces, como en la canción que le da título al disco, la cual me pareció mucho más larga de su duración original, pero es algo que va cayendo a medida que el álbum avanza. La instrumentación y la producción son buenas. Mucho mejores en comparación a su sonido antiguo, el cual tenía cierta baja fidelidad. No es un disco que los vaya a maravillar demasiado, pero vale la pena escucharlo. Es un buen trabajo de Rock Progresivo en un año en donde esa música ha estado casi extinta.
Nota: 6/10
Nota: 6/10
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