The Jesus and Mary Chain, para el que no los conozca, fueron una de las bandas más influyentes durante los años ochentas; fundados por los hermanos Jim y William Reed en el año 1983 en Escocia. Su sonido era muy innovador para esa época debido a que combinaban sonidos de guitarras muy distorsionadas, tomando como base la experimentación de bandas como The Velvet Underground, junto con melodias Sunshine Pop, influenciadas de los Beach Boys y de otra bandas de los años sesentas. Ellos fueron pioneros del género Noise y fueron pieza principal para muchas bandas de otros géneros también como el Gothic Rock, el Post-Hardcore y el Industrial con su seminal álbum Psychocandy (1985).
Durante los ochentas, fueron una de las bandas europeas más infames debido a su reputación de dar conciertos de alrededor de veinte minutos, en donde siempre terminaba todo vuelto un caos entre la banda y la audiencia, como también por su alegoría al consumo de drogas en el 90 % de sus letras, lo cual hizo que fueran censurados en las radios. Múltiples cambios en los miembros de la banda y las peleas entre los hermanos Reid, que hacían quedar a los hermanos Gallagher como unos niños, fueron los motivos de separación de la banda en el año 1998. La banda se volvió a reunir en el 2007 para una serie de conciertos y, desde ese entonces, comenzaron los rumores de algún nuevo álbum que estaba en producción.
Adelantando la historia, la banda decidió lanzar su nuevo disco Damage and Joy (2017) en este año, el cual sería el primero en diecinueve años y el septimo en su discografía. Las expectativas de mi parte fueron bajas, ya que, en lo personal, nunca he sido un fanático de la banda. Puedo ver la influencia que tuvieron sobre múltiples bandas y reconozco todo lo que ellos hicieron, pero, a mi, no me llaman la atención. Aparte, sus últimos tres álbumes fueron bastante decepcionantes por el cambio de estilo que tuvieron y el desgano mostrado en sus producciones. Estamos hablando de una banda con un inicio bastante fuerte que, ya para el tercer disco, habían bajado drásticamente la calidad de sus obras, tomando elementos del Rock de principios de los noventas, dando a entender que el ánimo al realizar discos nuevos ya se había ido.
En este nuevo trabajo, la banda volvió a tomar el sonido que ellos tenían en su último trabajo; un sonido noventero con ciertos toques psicodélicos, almibarado por sus letras en donde las drogas son el tema número uno. La cosa es que, literalmente, siguen sonando igual que en los noventas. No digo que se parecen, suenan iguales, pero con unas letras muy cursis; muy malas. Aún con todo el tiempo del mundo por delante desde su reunión, la banda da otro trabajo que deja mucho que desear, en donde, inclusive, colaboraciones como la de Sky Ferreira en la canción "Black and Blues" suena aburrida a más no poder. Son unos hombres de más de cincuenta años cantando temas de romances y drogas como si fueran unos muchachos todavía. Algo bastante deprimente -y no en el sentido cool de la palabra-.
En conclusión, Damage and Joy (2017) puede, quizás, agradarles a los viejos fanáticos de la banda, pero, a mi parecer, el grupo hizo un trabajo igual de decepcionante que los últimos de los años noventas. Son una banda que sigue atorada en esa juventud alocada de los ochentas y que no han logrado dar la vuelta a la página, aún con los años que ya han pasado. No han alcanzado la madurez que otras bandas contemporaneas han logrado. Por eso, este disco no lo recomiendo mucho, a menos que seas un fanático del original Noise Rock de los ochentas.
Nota: 3/10
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