Una de esas discografías que han sido alabadas por la crítica y que, a mi parecer, está un tanto sobrevalorada es la de Mark Kozelek. Para quienes no lo conozcan, Kozelek es un cantante, compositor, guitarrista y actor que ha liderado dos aclamados proyectos en la forma de Red House Painters y Sun Kil Moon, aparte de su trabajo como solista. Con el primer proyecto, Kozelek nos presenta ese lado deprimente que lo ha acompañado en toda su carrera; unas composiciones reflexivas y lentas con una base alternativa que ha sido denominado como Slowcore o Sadcore (Diría yo que fueron los que lideraron esta corriente que ahora podemos ver en bandas como Low y, popularmente, los primeros trabajos de Lana del Rey). Ese proyecto duró durante la década de los noventas hasta que se cambiaron el nombre a Sun Kil Moon simplemente porque Kozelek pensó que la gente estaba aburrida de todo lo relacionado a su antiguo nombre. La banda expandió sus horizontes a incorporar elementos más Country, Americana y Folk, que ya habían sido tocados en su anterior proyecto, pero nunca tan a fondo como en éste.
Su trabajo como solista también ha sido aplaudido, sobre todo Perils from the Sea (2013), realizado como Jimmy Lavalle, conocido como The Album Leaf. Se podría decir que Kozelek ha estado en casi todo y, aún así, no logro comprender todo su trabajo. Mi problema con Kozelek viene porque, aunque me gustan muchos trabajos de su primer proyecto, siento que Sun Kil Moon no me terminaba de convencer hasta el lanzamiento de Benji (2014), el cual ha sido el único trabajo bajo este nombre en donde realmente siento esa conexión con Kozelek, como la conexión que cualquiera puede sentir con un artista de su agrado, sin importar mucho los detalles del por qué. Soy de esa minoría que admite no comprender mucho la música de este señor y, aún así, no me rindo. Recientemente, me hice un recorrido por la mayoría de sus trabajos con el objetivo de refrescar mi memoria antes de escuchar su más reciente disco Common as Light and Love Are Red Valleys of Blood (2017), un álbum cuya duración ya lograba shockearme: Más de dos horas.
Escuchen... bueno, léan, yo soy del tipo de persona que prefiero escuchar algo que vaya al grano más que estar recayendo en algo, dándole vueltas por horas antes de caer en lo que quiero -lo abrán notado en mis reseñas-. Sé que hay muchos discos de larga duración, más que éste en realidad, pero, si dura tanto, que, por lo menos, te tenga agarrado del cuello en un candado de lo interesante que es. Esto no pasa aquí.
Si ustedes son oyentes casuales de música, de esos que les encantan los ritmos y los bailes o que les guste rockear fuerte y hacer headbanging alocadamente, bueno aléjense de este disco. O mejor dicho, discos, porque es doble. Aléjense. Aquí son más de dos horas de Kozelek dando una larga diatriba de asuntos que van desde situaciones que le ocurrieron en algún momento de su vida hasta pensamientos existencialistas. Trump, el terrorismo, el Internet, la vejez, su pasión por el Boxeo... Kozelek dice de todo aquí. Yo lo veo como ese tío tuyo que está en una fiesta borracho, hablando de cuan tema este ocurriendo en el Mundo y que luego se termina yendo por las ramas. La música como tal no es un complemento activo en las composiciones, como acostumbramos a escuchar, sino un fondo para su eterno dilema. Hay puntos en donde la música tiende a tener algún ritmo como en el opening "God Bless Ohio" o "Bastille Day", pero en lo demás, tienes que escuchar lo que dice, sin importar la música. Básicamente, es un disco en donde no puedes estar haciendo nada. Ni siquiera pensando porque tanto es lo que dice que ya tu cerebro te engaña y sientes que eres un esquizofrénico, con la voz de Kozelek deprimiéndote una y otra vez con sus largos temas. Claro, tiene buenas letras, pero un disco tan colosal no puede ser sólo de letras porque su entrega como tal no es siquiera canto, es Spoken Word, o Palabra Hablada, con ciertos puntos en donde pareciera que hasta rapea. En serio, es bastante difícil estar escuchando esto.
Kozelek es un genio lírico. De eso no hay duda. Creo que el tipo te puede sacar una letra hasta de un momento en donde se encuentra estítico, todo con la intención de llevarte al punto donde, por fin, y con mucho dolor, defeca. Pero, en lo que se refiere a su música, pareciera que ya no le interesa lo que suene, solo escucharse así mismo una y otra vez. No es un mal álbum, pero no es el primero que recomiendo, a menos que puedas aguantar todas las más de dos horas de Kozelek batallando consigo mismo.
Nota: 6/10
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